jueves, 3 de octubre de 2013

Poesía en el Palacio: Piedad Bonnett

¡Vuelve la poesía a Palacio!

Cuando ya dudábamos de que hubiera una 7ª temporada (la mítica Pérdidos se quedó en la 6ª y acabó como acabó...), vuelve al hotel Hospes Palacio de los Patos el ciclo de lecturas poéticas Poesía en el Palacio, que cada año nos trae a Granada una buena muestra de la lírica nacional e internacional para alivio de nuestras atormentadas almas.

Y este año para comenzar la nueva temporada (que tuvo un preludio 'no poético' en la presentación de los últimos libros de narrativa de Benjamín Prado) nos visita la poeta colombiana Piedad Bonnett, quien hará un recorrido por su obra y presentará sus dos últimos libros publicados en España: el poemario Tretas del débil (Valparaíso, 2013) y Lo que no tiene nombre (Alfaguara, 2013). La autora estará acompañada por la poeta granadina Trinidad Gan.

Piedad Bonnett (Amalfi, Colombia, 1951) ha publicado hasta la fecha siete libros de poemas. Con el primero de ellos, De círculo y ceniza, recibió una mención de honor en el Concurso Hispanoameri-­ cano de Poesía Octavio Paz, y con El hilo de los días ganó el Premio Nacional de Poesía otorgado por el Instituto Colombiano de Cultura en 1994. Ha recopilado sus poemas en diferentes antologías como No es más que la vida, Antología, Lo demás es silencio y Los privilegios del olvido. Es autora de cuatro obras de teatro montadas por el Teatro Libre bajo la dirección de Ricardo Camacho y de novelas como: Después de todo (2001), Para otros es el cielo (2004) y Siempre fue invierno (2007). En 2005 publicó El mundo según García Márquez, selección de definiciones del Premio Nobel. Recibió el Premio Casa de América de Poesía en 2011 por Explicaciones no pedidas.

Dónde: Hotel Hospes Palacio de los Patos (C/ Solarillo de Gracia, 1, junto a C/ Recogidas)
Cúando: Viernes, 4 de octurbre, 20:30 h.
Entrada gratis hasta completar aforo.


DE TARDE EN TARDE


A mi madre le gusta ir a ese café de  sobrias lámparas,
pedir  galletas de vainilla, 
tomar dos tazas de té negro con parsimonia
como en un acto ceremonial.
Hoy la he traído, pues, cediendo  al gesto filial mi tarde laboriosa. 
Tras los enormes ventanales vemos correr la vida afuera
mientras hablamos de otros días
y  la tibieza del lugar sugiere que la felicidad no es más que esto.  
De repente, 
como recuperando las palabras de un sueño
ella dice: “Qué  lástima que todo  se termina”. 
Lo dice con sonrisa liviana, pues sabe
que ser trascendental no conviene a la tarde. 
(Mi madre cumplió setenta y cuatro años
y alguna vez fue bella) 
Al fondo de las tazas el té pinta sus signos.
Yo no sé que decir. 
Miramos  la avenida, las caras planas de los transeúntes,
los árboles que callan.  Anochece.  

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